Era
una noche oscura y los árboles del frondoso bosque impedían ver el cielo y,
aunque los árboles hubiesen levantado sus ramas hacia éste mostrándose
nocturno, aquella noche no hubiese brillado ninguna estrella en el firmamento y
la luna también se hubiese ocultado, porque así el mago lo hubiese pedido, al
igual que agitaba con sus pasos la niebla del camino. Ella estaba de nuevo a su
lado y eso le hacía feliz.
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