viernes, 17 de febrero de 2012
Palabras
Fuera llovía, hacía un día húmedo de otoño cercano al invierno en el cual se te helaban los huesos. Aquel hombre sabio me agarró del brazo y me arrastró hacia un rincón de la habitación, cerca de la chimenea. Me miró fijamente a los ojos los cuales estaban repletos de lágrimas, mientras caían por mis mejillas, me las enguajaba con dulzura. Bajé la mirada, pues mi alma se avergonzaba y quedaba humillada por mi valeroso orgullo y cuando creía que no podía más, me dijo ciertas palabras: "Ser fuerte no significa sentir dolor, sino saber superar toda clase de circunstancias. Hasta los más fuertes, lloran." Podría haber dicho algo pero en ese momento no se me ocurrió nada, fue como si las palabras de aquel hombre hubiesen devorado todas mías antes de que pudieran salir de mi boca. Así que sencillamente me limité a asentir sin dudar en ningún momento de las suyas. Y con valentía, levanté mi mirada viéndome reflejada en unos ojos de color castaño claro que tiraban para verde y que para mí radiaban más que el fuego lento que ardía en la chimenea [...]
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